Quizás todo el
mundo, excepto yo, conocía ya a Maria Antonia Walpurgis y a Maria Teresa Agnesi, pero he sido
testigo como una orquesta de grandísimos músicos que rondan los veinte años ha sido capaz de reconstruir parte de la historia
de estas mujeres olvidadas, conocedoras del estilo, del arte compositivo, del
buen hacer de los mejores compositores..., y es que alguna fue discípula del mismísimo Porpora.
No hemos cambiado la historia, tampoco lo pretendemos. Ni siquiera
envidiamos no ser eco en esta querida ciudad engalanada ahora para nuestro
festival de música
antigua. Hoy no nos importaría que alguien nos tachara de mediocres, de malos músicos, de
pretensiosos. Hoy hemos sido pretensiosos, osados, valientes. También, artistas. En esta
sociedad que extermina silenciosamente a las mujeres en el silencio de sus
casas, nosotros hemos dado vida a otras cuyas músicas estaban adormecidas en los archivos
polvorientos sin que la rapidez de nuestras tecnologías hicieran nada
contra ello.
Da igual si nos equivocamos al interpretar. No da igual que el salón de actos del
Instituto Velázquez de
Sevilla, en colaboración con el IES Martínez Montañés, haya estado lleno, que hayan creado unas jornadas en torno a la
mujer. Queda mucho por pelear, por reivindicar. Todos tenemos madres y hermanas
y nunca merecieron menos que los hombres.
Es solo un deseo, un pensamiento, pero nuestra orquesta hoy hizo
levantar al público de sus
asientos. No fui yo, amigos, yo lo vi con mis propios ojos. Esta juventud que
se nos vuelve a ir al extranjero porque este país se va a pique sin que nos importe la sinrazón política que solo mira
su ombligo.
Hoy me he sentido afortunado. Por tocar codo con codo con mi hijo Pablo. Por ver qué bien me dirigía Jaime, el solista de oboe. Por ver como Joana, mi alumna
de laúd, toca
mejor que yo. Por notar cómo se me erizaba el vello, una vez más, al escuchar cantar a Irene Román. Por mirar a la concertino y saber que tanto Paloma como Claudia estaban perfectamente capacitadas para llevar la
dirección del
concierto sin mi presencia.
Hoy no necesitáis críticos.
Grandes, sois todos grandes. Que nadie me toque a los jóvenes de hoy,
bastante tienen con tener que nadar en este mar de dudas de futuro. Que nadie
me toque a las mujeres. Que nadie las mire por encima del hombro. Que jamás nadie le vuelva a
poner la mano encima a ninguna. Ved cómo dirigen, cómo tocan, cómo componen, cómo cantan.
Hoy, en nuestras vidas, algunas salieron del silencio, para siempre.
Aníbal Soriano,
director de la Orquesta Barroca “Cristóbal de Morales”
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